20 mayo 2009

Las alas de mi vida: Un día para olvidar.


Lucy entreabrió los ojos y pudo ver una luz potente que se dirigía a ella por su nombre. No podía hablar, estaba muy débil y esa luz le estaba cegando. Le molestaba mucho, intentó taparse la cara con las manos, pero algo se lo impedía. -"Lucy, ¿qué tal te encuentras?" - le preguntó aquella voz. -"Te recuperarás enseguida, has perdido mucha sangre, espero que no vuelvas a hacer otra locura como ésta que has hecho hoy."- continuó hablando. Al oir ésto, abrió más los ojos y vió que la luz provenía de una linterna que un personaje con bata blanca estaba utilizando para ver sus ojos. Se sobresaltó al darse cuenta de que estaba en un hospital. Intentó incorporarse pero ese personaje no le dejó hacerlo. -"No intentes esforzarte, calmate y descansa. Es lo que necesitas ahora."- le dijo él. -"¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué estoy en un hospital?"-preguntó mientras volvía a tumbarse en la cama. -"¿Sabes dónde estás? Bien, eso es bueno. ¿Sabes cómo te llamas?"- le preguntó el doctor. -"Aunque no lo supiera usted ya me lo ha dicho antes. Me llamo Lucy, Lucy Williams. De lo que no estoy tan segura es de por qué estoy aquí." -contestó. -"Parece que ya te encuentras mejor. De todos modos, quiero tenerte en observación al menos durante las próximas 24 horas. No creo que estés lista aún para volver a casa, podrías tener una recaída."- le explicó. -"¿Recaída? ¿Va a decirme de una vez qué es lo que ha ocurrido?"- preguntó ella. -" ¿No lo sabes? Has intentado cortarte las venas..." - le explicó y se dió cuenta de que se había dormido. Se levantó, abandonó la sala y la dejó descansar. Cuando los rayos del sol rozaron su rostro, se despertó suavemente. La persiana de la habitación estaba levantada y podía ver cómo las primeras flores de la primavera comenzaban ya a asomarse. Sentía que podía incluso olerlas, y olían tan bien...-"Mmmm...huele a flores silvestres"-pensó. Aún con ese pensamiento, se dió la vuelta en la cama y, de repente, pudo ver a su lado a un hombre, sentado en la silla, observándola. -"¡¡¡Aaaahhh!!!"-gritó, asustada. -"¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí? ¿Cómo ha entrado?"- preguntó, buscando el timbre para llamar a la enfermera. -"No es necesario que hagas eso, Lucy."-dijo él con un a voz suave y calmada. -" No voy a hacerte daño, vengo para ayudarte." -"Entiendo, entiendo...¿es un médico? disculpeme, sólo es que me ha asustado al aparecer así, de repente. ¿Cuándo podré volver a mi casa Doctor? Ya me encuentro mucho mejor." -preguntó, más tranquila ya. -"¿Sabes lo que has hecho Lucy? ¿Sabes por qué estoy aquí?" - le dijo él mientras observaba cómo Lucy se levantaba de la cama y se dirigía al cuarto de baño para lavarse los dientes. -"Ya entiendo. Es usted un psicólogo ,¿verdad?. Pues, no necesito su ayuda pero gracias de todos modos."- paró de hablar y se enjuagó la boca.-"No necesito ayuda de nadie."-dijo, mirándose las cicatrices en las muñecas. -"Buenos días, Lucy. ¿Qué tal te encuentras? ¿Crees que podrás volver a casa hoy? Te daré el alta si prometes no volver a atentar contra tu propia vida." - sonó desde la puerta de la habitación. -" Buenos días doctor. Es lo que le decía a ese psicólogo, que a ver si me mandaban ya para casa."- dijo, saliendo del cuarto de baño. -" ¿Qué psicólogo Lucy? Nadie ha entrado a esta habitación excepto yo y la enfermera, claro."-dijo el doctor, mirándola con preocupación. Lucy miró a la silla, estaba vacía. No había nadie allí salvo ella y el doctor. -"Claro...no....me refería a... a mi psicólogo, esque...esque me ha llamado por teléfono, ya sabe..."-intentaba no caerse del susto. -"Por supuesto. No había pensado en esa posibilidad. Disculpa, no he querido ofenderte."- dijo él. -"No pasa nada, después de lo ocurrido...cualquiera tiene derecho a pensar que estoy loca, ¡ja, ja, ja!" - exclamó con una risa nerviosa. -" Bueno, pues cuando quieras, llamaremos a un taxi para que te lleve a casa , ¿de acuerdo?"- le dijo él. Lucy llegó a casa, se dió una ducha y estuvo pensando en lo ocurrido en la habitación del hospital. No quería mentir al doctor pero, si le hubiese dicho que había estado hablando con un hombre ahí sentado, no la habría dejado volver a casa, la habría encerrado en un psiquiátrico. Pero ¿quién era ese hombre? Ni siquiera le respondió cuando le preguntó a ver si era un psicólogo. Puede que, al oirle decir que no necesitaba ayuda de nadie, se fuese. No, esa no es la manera de pensar de un psicólogo. Tal vez fuese algún loco que entró en su habitación para hacer algo...-"¡uff! no quiero ni pensarlo"-dijo. Salió de la ducha, se secó, se puso el pijama y se tumbó en el sofá a ver la tele. Era sábado por la noche. La verdad es que no había nada demasiado interesante en la tele, los de la tele sabían que un sábado por la noche no tendrían mucha audencia, ya que la gente sale a divertirse, así que, nada interesante en la tele.-" Da igual. Al menos estoy en casa."- pensó. Lucy siempre había sido una chica un tanto triste. En la escuela, por ejemplo, nunca tuvo amigos. Siempre estaba desplazada. Era la marginada de la clase. Eso le hizo desarollar una enorme falta de autoestima, que aún en su vida adulta cargaba sobre su espalda. Cuando estaba en la escuela, pensaba que el día que terminase de estudiar sería feliz, que encontraría amigos, pensaba que todos los adultos tienen amigos. La escuela acabó, como también lo hicieron el instituto y la universidad. Se licenció en administración y dirección de empresas. Parecía que su vida empezaba a cambiar, por fin algo bueno. Ya era una mujer adulta, licenciada. Y encontró un empleo en una de las mayores y mejores empresas del país. Adulta, con éxito en el trabajo, independiente...pero, no tenía amigos. Sentía un enorme vacío en su interior. Se sentía sola. Y, un buen día, un compañero del trabajo la invitó a tomar una copa. Era muy atractivo e inteligente, justo lo que ella deseaba. Empezaron a salir y parecía que todo iba viento en popa. Parecía... hasta que, al director de la empresa le llegó la hora de jubilarse y, al no tener descendencia, tuvo que nombrar a algún empleado como nuevo director. Fueron varios los que se presentaron para el puesto, entre ellos, Lucy. Cuando el señor Abrahams, el director, llamó a Lucy a su oficina, ésta pensaba que al fin había conseguido algo grande. Pero no fue así, el señor Abrahams la llamó para comunicarle que el puesto sería de William. Y William estaba ahí, delante de ella, mirándola con una expresión de vencedor. Cuando ella preguntó cuáles eran los motivos que le habían llevado al director de la empresa a rechazarla como su sucesora, el señor Abrahams contestó, sarcásticamente, que William le había hablado muy bien de ella. Y que se alegrase de al menos mantener el empleo. Lucy había sido utilizada...estaba empezando a enamorarse y...le ocurría esto. Ni siquiera hizo falta que le dijera a William que habían roto, ya lo hizo él.

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