28 abril 2009

El cazador de Almas: primeras impresiones.


Cuando Karen bajó al salón, éste estaba solitario, tan sólo lo llenaban su presencia y la cálida hoguera de la chimenea de piedra que lo presidía. Miró a su alrededor. Allí no había nadie. No sabía qué hacer, si esperar ahí de pie a que alguien apareciese, o tomar asiento y llamar a alguien, tal vez a Trude. Observó la mesa, llena de comida, preparada para ser ingerida. -"Si no viene pronto, toda esta comida se enfriará y será una pena tener que comerla fría. Tiene tan buena pinta..."-pensó. Se dirigió hacia el ventanal donde momentos antes aquel hombre le había dirigido sus primeras palabras, tan educadas y llenas de buena intención. Cuando miró a través del cristal, se dio cuenta de que la tormenta había dado paso a una horrible nevada. -"Espero que deje de nevar o no podré volver a casa, y no pienso pasar la noche aquí" -pensó. Mientras miraba por el ventanal, también pensó en el aspecto de su anfitrión. Aunque éste se giró para hablar con ella, dió la casualidad de que una sombra le tapó el rostro. -" ¡Qué pena!"-pensó, al tiempo que suspiraba-"La verdad es que su cuerpo no tenía mala pinta..." Sonó la puerta detrás de ella, alguien se dignó al fin a aparecer. Se giró bruscamente, en parte por el susto, en parte por ver quién era. -"Lamento haberla hecho esperar. ¿qué tal si cenamos? sería una pena tener que comer todo esto frío, ¿no cree?"- dijo Patrick, mirándola a los ojos y con una sonrisa . Por fin consiguió ver la cara de aquél hombre. Y se quedó absorta mirándole. Era tan...atractivo. Su cabello, largo hasta los hombros, de color negro azabache y brillante, muy brillante. Sus ojos, de un color extraño, entre color verde y azulado y muy expresivos. Su boca...tan...apetitosa. Sus labios eran carnosos pero no excesivamente y de un color carmesí muy atrayente. Sus rasgos, tan marcados y masculinos. -"Vaya, todo en él es tan atractivo...su rostro concuerda a la perfección con su cuerpo" pensó, sin poder dejar de mirarle. -"Creo que la que va a lanzarse ahora a mi cuello es usted, señorita Lewis..." dijo él, con una sonrisa un tanto bromista. Tomándola de la mano, la dirigió hacia la mesa y allí, retirandole la silla, le invitó a sentarse. Después se sentó él. Mientras Trude les servía la cena, Patrick intentó sacar de su asombro a Karen recordándole para qué había acudido esa noche a su casa.-" Señorita Lewis, espero que la cena sea de su agrado y espero que terminemos pronto. No me malentienda, no deseo ser un mal anfitrión , de hecho, ya he dado órdenes a Trude para que prepare una cama para usted, pero, esta noche me siento un tanto débil y me gustaría acostarme temprano, así que, en cuanto usted quiera, puede comenzar con las preguntas." -"¿Mientras cenamos?"-dijo ella con asombro. -"Está bien, como quiera señor Taylor, procuraré no hacerle perder más tiempo del que ya le he hecho perder. Y, gracias por su ofrecimiento pero, no me quedaré esta noche a dormir" dijo amablemente, como era habitual en ella. Siempre era amable, aunque le molestase cualquier persona o cualquier cosa. -"¿Quién dijo que se quedaría a dormir?" dijo él jocosamente. -"Y...puede llamarme Patrick". -" Usted....tú, Patrick , tú dijiste que podría quedarme a dormir" dijo Karen, con un gesto de extrañeza acompañando sus palabras. -" Y tú puedes llamarme Karen". -"De acuerdo, Karen. Yo no he dicho que se quedaría a dormir, de hecho , he dicho que he dado órdenes a Trude para que le prepare una cama" dijo mientras le miraba a los ojos, esta vez con bastante seriedad. Karen empezó a temblar como un cordero, pensó que aquél hombre o estaba jugando con ella porque quería asustarla, o bien, pretendía retenerla en esa mansión. Esta vez se asustó de verdad, pero pensó que no podía retenerla sin salir perjudicado, puesto que, había gente que sabía que ella estaría allí esa noche así que,esa opción era imposible. Sólo quedaba la otra, que se estuviese divirtiendo a su costa. Y por eso decidió que le seguiría el juego. Pero, por si acaso, le dejó claro cuántas personas sabían que ella estaría reunida con él esa noche. -"Patrick, debes saber que mi editor, Eddie, sabe que estoy aquí, así como también el taxista que me trajo hasta aquí y al cual pagué para que vendría a recogerme. Y también mi amiga Samantha, quien, por lo que veo, no hizo mal preocupándose por mí sabiendo la cita que tendría esta noche." De pronto, el brillo en los ojos de Patrick, le hizo darse cuenta de que le había demostrado que le temía. -"¡Mierda!" pensó al tiempo que su rostro demostraba ese fracaso. -" Así que, empecemos con la entrevista cuanto antes y así podré marcharme a casa, gracias" - dijo, nerviosa intentando arreglarlo. -" ¿Cuál será tu primera pregunta, Karen?" -dijo él, mientras cortaba un pedazo de carne en el plato y se lo llevaba a la boca. -"Disculpa, ¿te importaría si me retiro un momento?"-dijo ella, mirando al suelo, apurada por lo que acababa de ocurrir. -"No tengo ningún problema, pero no tardes mucho Karen, como ya te he dicho, necesito descansar" -le espetó él. Karen se levantó de la mesa y se dirigió escaleras arriba, hacia el baño en el que había estado antes, mientras seguía mirando al suelo. Ya en el baño, cerró la puerta con el pestillo, suspiró y se adelantó hasta el espejo donde, contempló su reflejo, sus ojos brillantes y sus mejillas sonrosadas. -"Tal vez es por el apuro. O...no sé, bueno, lo que he de hacer es calmarme, bajar ahí , hacer mi trabajo e irme a casa y no volver aquí nunca más." pensó. Se refrescó la cara con agua fría, se sentó en la bañera y cogió el teléfono móvil para llamar a Samantha. Ya habían pasado más de tres horas desde que llegó allí,así que seguramente, el taxista se habría largado con los 100 sin preocuparse lo más mínimo por ella. A lo mejor Sam, podría ir a buscarla. Cuando intentó llamarla, el teléfono no daba señal alguna. Volvió a intentarlo, una vez más. Y otra. No había manera, había cobertura suficiente pero, no había señal. -"¡Qué extraño!" pensó. -"¡Maldita sea!, tendré que irme andando hasta casa, ¡no me lo puedo creer! ¡yo y mi mala pata!". Guardó el teléfono en el bolso y bajó en dirección al salón, para poder salir de allí cuanto antes.

26 abril 2009

El cazador de almas


-" Si me preguntases cuál es mi trabajo, te diría que soy un cazador de almas. Si me preguntases si me gusta mi trabajo, te contestaría que a veces sí y a veces no. Pero si me preguntas cómo lo llevo a cabo, no podré contestarte sin llevarte conmigo."

Tras oir estas gélidas palabras, un escalofrío recorrió la espalda de Karen Lewis, escritora desde los 16 años. En realidad, fue una buena escritora hasta que, se le acabaron las "buenas ideas" , como su editor solía llamarlas.
Mientras enjabonaba su cuerpo en la ducha, pensaba en las razones por las que se había metido en este lío. ¿Pará qué necesitaba exponer su vida a ese cazador de almas? ¿Cómo habían podido convencerla? Porque no sabía decir que no a nada. Por eso y porque su editor Eddie, le había planteado un ultimátum, o escribía algo que pudiera venderse, o se iba a la calle.
Cuando terminó de prepararse, se dispuso a salir por la puerta no sin antes mirar de reojo el contestador, por si acaso le aguardaba algún otro mensaje de aquel misterioso hombre.
Salió por la puerta convenciéndose a sí misma de que no le ocurriría nada aquella noche. Iba a trabajar, sólo eso, y ella había pedido a ese hombre que le contase su historia para poder publicarla, más bien, le había pagado para ello. Les interesaba a ambos así que, no tenía por qué temer nada.
Cogió un taxi y se dirigió hacia las afueras de la ciudad, donde residía el cazador de almas. Era curioso, iba a escribir sobre él y ni siquiera sabía su nombre aún, ni cómo era físicamente. Lo único que sabía era que, a juzgar por sus palabras en el mensaje del contestador, era un tanto amenazante. Fue su editor quien pagó a este hombre y quien concertó la cita.
-"Señora, hemos llegado. ¿Seguro que quiere bajarse aquí? Yo no pienso acompañarla...así que usted verá. Son 7 dólares con cincuenta." le espetó el taxista, un tal Thomas Richardson, de Chicago y de 55 años de edad, o al menos eso era lo que decía su placa de taxista, pero ese hombre...ni era de Chicago, ni tenía 55 años, si acaso, era de Birmania y tendría unos 30 años aproximadamente.
-"Señora, no pienso quedarme aquí hasta que termine usted de leer mi placa, ¿entiende?. Cuanto más tiempo pasemos aquí, más le cobraré. De hecho, ahora son 7 dólares con sesenta, ¿va a pagarme o qué?" dijo, nervioso.
Karen alzó la vista hacia su interlocutor, metió la mano en el bolso y sacando un billete de 100 le preguntó:
-"¿Tiene suficiente con esto?". A lo que el taxista respondió jocosamente: -"Es un billete muy grande señora, acaso va a pedirme algo?". -"Mire, estaré ahí dentro trabajando durante más o menos 3 horas, lo que quiero pedirle es que transcurrido ese tiempo, vuelva aquí a buscarme" pidió ella amablemente sin hacer caso de la risa de este hombre. Thomas asintió con la cabeza y cogió el billete de las temblorosas manos de su clienta. Mientras guardaba el dinero en su cartera, le espetó: -"No sé qué es lo que va a hacer usted ahí adentro y no pienso preguntar pero, está segura de querer entrar?". Cuando se giró para escuchar la respuesta, Karen ya se había ido, dejando la puerta del taxi abierta. -"¡Mujeres!-dijo mientras se alejaba de aquel lugar.

Cuando Karen llegó a la puerta de la lujosa mansión del cazador de almas, en un último intento por relajarse miró al cielo mientras inspiraba profundamente y, de repente, estalló una tormenta.
-"¡Joder! ¡lo que me faltaba!". Se decidió a llamar al timbre, al fin y al cabo, si no la mataba ese hombre, lo haría una pulmonía. La puerta se abrió, no había nadie allí y se podía escuchar una melodía clásica que, al parecer, provenía del salón. -"Bueno, supongo que él estará allí adentro" pensó. Y se adentró en la casa. -"Buenas noches, señorita. ¿Puede dejarme su abrigo, por favor?"- escuchó tras ella. Un nuevo escalofrío recorrió su espalda. Se giró y, ante sus ojos , una joven de piel extremadamente blanca y de aspecto extremadamente frágil, esperaba su respuesta. -"Por supuesto. Muchas gracias. Soy..." -" Sé quién es, y a lo que viene. No se preocupe, usted sólo entrégueme su abrigo y dirijase al salón, allí le espera el señor" dijo la joven, sin dejar terminar de hablar a Karen. -"Está bien, gracias." dijo Karen mientras asentía con la cabeza.
Llegó al salón y, allí, frente al ventanal y de espaldas a ella, un hombre le dió la bienvenida.
-"Espero que haya sabido encontrar el camino sin ningún problema, señorita Lewis". Dijo el hombre, sin siquiera mirarla.-"Sí, gracias por preocuparse, señor..." -"No sabe mi nombre, ¿verdad?. No me sorprende, su editor no parece tener muchas luces, así que supongo que no le habrá dicho cómo me llamo." -"No, señor, no lo ha hecho". Dijo ella, ya más calmada tras descubrir que, al menos, ese hombre sabía dialogar. -"Bueno, tampoco parece que vaya a lanzarse a mi cuello" pensó. -" Por cierto, si le interesa, mi nombre es Patrick Taylor". dijo él, al tiempo que se giraba para mirar a los ojos a quien pasaría unas horas con él. -"¡Vaya!" exclamó Karen sorprendida. -"Un nombre muy normal para alguien tan extraño". -"No se preocupe querida, no voy a lanzarme a su cuello" le espetó con una sonrisa en la boca. Y mientras Karen se preguntaba si este hombre podía leerle la mente, él le ofreció asiento y se dió cuenta de que estaba empapada. -"Veo que mi querida Trude no le ha ofrecido un baño y ropa seca." -"Disculpe, ¿qué?, ¿quién...?"dijo Karen aún absorta en sus pensamientos. -"¡Trude, querida! ¿serías tan amable de venir un momento?" llamó. A los pocos segundos, Trude, la joven que pidió el abrigo a Karen en la puerta, apareció en la estancia sin decir nada, ni hacer una sola mueca y mirando al suelo. -"Gracias por acudir, querida. Podrías ofrecerle a la señorita un baño caliente y algo de ropa limpia? Después charlaremos mientras cenamos." dijo, mientras se servía algo más de licor en su copa. Karen siguió a la doncella escaleras arriba, abrumada por tanta consideración de aquél que pensaba que iba a hacerla daño. Pero aún así, no podía dejar de pensar en el mensaje del contestador que hacía tan sólo una hora había escuchado...

CONTINUARÁ